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Los hundidos y los salvados de Primo Levi – Apuntes Breves

Publicado por Raul Barral Tamayo en Lunes, 2 de agosto, 2010

 
 
 
 
 
 
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Se dice que los jóvenes pasan actualmente de política. Pero ¿qué sabe un joven hoy de política? Aparte de los escándalos aireados por la prensa, las zancadillas que los partidos se ponen unos a otros y las exaltadas prédicas utópicas de los demagogos, sabe muy pocas cosas más.

Hay escaso interés en que aprenda de dónde vienen históricamente las instituciones democráticas y cuál es su sentido; qué tipo de relación vincula y enfrenta al individuo y a su grupo social; qué significa la libertad política, cuáles son las formas de la igualdad, a qué solidaridad puede aspirarse.

Los jóvenes son para los políticos carne de cañón o carne de voto: en tanto no alcanzan la edad para dejarse matar por la patria o para dejarse engañar en su nombre, apenas nadie se ocupa de su formación política.

En este libro se pretenden plantear de forma elemental pero rigurosa las cuestiones básicas que interesan al pensamiento político, tanto a nivel teórico como práctico.

Algunas de las cosillas que aprendí leyendo este libro que no tienen porque ser ni ciertas ni falsas ni todo lo contrario:

  • Los soldados de las SS se divertían en advertir cínicamente a los prisioneros: “De cualquier manera que termine la guerra, la guerra contra vosotros la hemos ganado; ninguno de vosotros quedará para contarlo, pero incluso si alguno lograra escapar el mundo no lo creería. [...] La historia del Lager, seremos nosotros quien la escriba”.
  • Es importante subrayar cómo ambas partes, las víctimas y los opresores, se daban cuenta de la enormidad y, por consiguiente, de lo imposible que sería darle credibilidad, a lo que estaba sucediendo en los Lager: y, podemos añadir aquí que no sólo en los Lager sino también en los ghettos, en la retaguardia del frente oriental, en los cuarteles de la policía, en los asilos de deficientes mentales.
  • Todos los archivos de los Lager fueron quemados durante los últimos días de la guerra.
  • La escasa difusión de la verdad sobre los Lager constituye una de las mayores culpas colectivas del pueblo alemán.
  • Es natural y obvio que la fuente esencial para la reconstrucción de la verdad en los campos esté constituida por las memorias de los sobrevivientes.
  • Para un verdadero conocimiento del Lager, los mismos Lager no eran un buen observatorio. En las condiciones inhumanas en que se mantenía a los prisioneros es raro que éstos pudiesen adquirir una visión de conjunto de su universo. Esta carencia de visión general ha condicionado los testimonios, orales o escritos, de los prisioneros “normales”, de los no privilegiados, es decir, de aquellos que constituían el nervio de los campos y escaparon a la muerte sólo gracias a una combinación de sucesos fortuitos.
  • Al cabo de los años se puede afirmar hoy que la historia de los Lager ha sido escrita casi exclusivamente por quienes, como yo, no han llegado hasta el fondo. Quien lo ha hecho, no ha vuelto, o su capacidad de observación estuvo paralizada por el sufrimiento y la incompresión.
  • Los mejores historiadores del Lager han surgido entre los contadísimos que han tenido la habilidad y la suerte de llegar a un lugar de observación privilegiado sin someterse y la capacidad de contar lo que han visto, sufrido y hecho, teniendo en cuenta la complejidad del fenómeno Lager, y la variedad de los destinos humanos que allí se cruzaban.
  • Muchos aspectos del universo de los campos de concentración no han sido todavía examinados en profundidad.
  • Hay que tener cuidado con las simplificaciones llevadas al extremo.
  • Toda víctima debe ser compadecida, todo sobreviviente debe ser ayudado y compadecido, pero no siempre deben ponerse como ejemplo sus conductas.
  • No hay prisionero que no recuerde su estupor de entonces: las primeras amenazas, los primeros insultos, los primeros golpes no venían de las SS sino de los otros prisioneros, de “compañeros”.
  • Este libro se propone responder a la pregunta más apremiante, ¿hasta qué punto ha muerto y no volverá el mundo del campo de concentración así como han muerto la esclavitud o el código de los duelos?
  • Me he limitado casi con exclusividad a los Lager nacionalsocialistas, porque son sólo éstos los que he conocido por experiencia propia.
  • En ningún otro lugar o tiempo se ha asistido a un fenómeno tan imprevisto y tan complejo: nunca han sido extinguidas tantas vidas humanas en tan poco tiempo ni con una combinación tan lúcida de ingenio tecnológico, fanatismo y crueldad.
  • La memoria humana es un instrumento maravilloso, pero falaz. Los recuerdos que en nosotros yacen no están grabados en piedra; no sólo tienden a borrarse con los años sino que, con frecuencia, se modifican o incluso aumentan literalmente, incorporando facetas extrañas.
  • El ultraje es incurable: se arrastra con el tiempo.
  • Jean Améry: “Quien ha sido torturado lo sigue estando [...]. Quien ha sufrido el tormento no podrá ya encontrar lugar en el mundo, la maldición de la impotencia no se extingue jamás. La fe en la humanidad, tambaleante ya con la primera bofetada, demolida por la tortura luego, no se recupera jamás.”
  • Todos vienen a decir esencialmente lo mismo: lo hice porque me lo mandaron; otros han cometido actos peores que los míos; dada la educación que he recibido y el ambiente en que he vivido no podía hacer otra cosa; si no lo hubiera hecho yo, lo habría hecho otro en mi lugar, con más brutalidad. Por eso no somos responsables y no podemos ser castigados.
  • Es cierto que hay quien miente consciente falseando a sangre fría la irrefutable realidad, pero son más numerosos aquellos que levan anclas, se alejan de los recuerdos auténticos y se fabrican una realidad más cómoda.
  • La presión que un Estado totalitario moderno puede ejercer sobre el individuo es pavorosa. Tiene tres armas fundamentales: la propaganda, la educación y la barrera que impide la pluralidad de las informaciones: el terror. Sin embargo, no es lícito admitir que esta presión sea irresistible.
  • En general es difícil negar que se ha cometido determinada acción; pero, por el contrario, es muy fácil alterar los motivos que nos han conducido a una acción, y las pasiones que dentro de nosotros la han acompañado.
  • La mayor deformación del recuerdo de un crimen cometido es su supresión.
  • El mejor modo para defenderse de la invasión de recuerdos que pesan es impedir su entrada.
  • Con fines defensivos, la realidad puede ser distorsionada no sólo en el recuerdo sino también en el momento en que está sucediendo.
  • Lo que entendemos comúnmente por “comprender” coincide con “simplificar”: sin una profunda simplifación el mundo que nos rodea sería un embrollo infinito e indefinido que desafiaría nuestra capacidad de orientación y de decidir nuestras acciones.
  • La exigencia de dividir el campo entre “nosotros” y “ellos” es tan imperiosa que ese esquema de bipartición amigo-enemigo prevalece sobre todos los demás.
  • Es difícil defenderse de un ataque para el cual no se está preparado.
  • El sistema concentracionario tenía como finalidad principal destruir la capacidad de resistencia de los adversarios: el recién llegado era un adversario por definición y debía ser abatido pronto, antes de que se convirtiese en ejemplo o en germen de resistencia organizada.
  • Es ingenuo, absurdo e históricamente falso creer que un sistema infernal, como era el nacionalsocialismo, convierta en santos a sus víctimas, por el contrario, las degrada, las asimila a él, y tanto más cuanto más vulnerables sean ellas, vacías, privadas de un esqueleto político o moral.
  • La ración alimenticia era del todo insuficiente incluso para el prisionero más sobrio. Consumidas en dos o tres meses las reservas fisiológicas del organismo, la muerte por hambre o por enfermedades causadas por el hambre, era el destino habitual del prisionero. Sólo podía evitarse con un suplemento alimenticio y, para obtenerlo, se necesitaba tener algún privilegio grande o pequeño.
  • El privilegio, por definición, defiende y protege al privilegio.
  • Donde hay poder ejercido por pocos, o por uno solo, contra muchos, el privilegio nace y prolifera; pero es normal que el poder lo proteja y lo estimule.
  • Los colaboradores que proceden del campo adversario, los ex enemigos, son desleales por definición: han traicionado una vez y pueden traicionar otra. No basta con relegarlos a las tareas marginales; la mejor manera de atarlos es cargarlos de culpabilidad, ensangrentarlos, comprometerlos lo más posible; así habrán contraído con sus jefes el vínculo de la complicidad y no podrán volverse nunca atrás.
  • Cuanto más dura es la opresión, más difundida está entre los oprimidos la buena disposición para colaborar en el poder.
  • La culpa máxima recae sobre el sistema, sobre la estructura del Estado totalitario; la participación en la culpa de los colaboradores individuales es siempre difícil de determinar.
  • Si de mi dependiese absolvería fácilmente a aquellos cuya colaboración en la culpa ha sido mínima y sobre quienes ha pesado una situación límite.
  • Es verosímil que cierta dosis de dominio del hombre sobre el hombre esté inscrita en nuestro patrimonio genético de animales gregarios. No está demostrado que el poder sea intrínsecamente nocivo en una colectividad.
  • El poder del que disponían los funcionarios, aun los de baja graduación como los Kapo de las escuadras de trabajo, era sobre todo ilimitado; a su violencia se le imponía un límite por abajo, ya que eran castigados o destituidos si no se mostraban suficientemente duros, pero ningún límite por arriba.
  • Las Escuadras Especiales estaban formadas, en su mayor parte, por judíos. Uno se queda atónito ante este refinamiento de perfidia y de odio: tenían que ser los judíos quienes metiesen en los hornos a los judíos, tenía que demostrarse que los judíos, esa subraza, esos seres infrahumanos, se prestaban a cualquier humillación, hasta la de destruirse a sí mismos.
  • Haber concebido y organizado las Escuadras ha sido el delito más demoníaco del nacionalsocialismo.
  • Una sola Anna Frank despierta más emoción que los millares que como ella sufrieron, pero cuya imagen ha quedado en la sombra. Tal vez deba ser así; si pudiésemos y tuviésemos que experimentar los sufrimientos de todo el mundo no podríamos vivir.
  • Nadie puede sabe cuánto tiempo, ni a qué pruebas podrá resistir su alma antes de doblegarse o de romperse. Todo ser humano tiene una reserva de fuerzas cuya medida desconoce: puede ser grande, pequeña o inexistente, y sólo en la extrema adversidad puede ser valorada.
  • Nunca se está en el lugar del otro.
  • Cada individuo es  un objeto tan complejo que es inútil pretender prever su comportamiento, y mucho menos en situaciones límite; ni siquiera es posible prever el comportamiento propio.
  • Los hombres que de una caída sacan fuerza moral son pocos.
  • Nos cegamos con el poder y con el prestigio hasta olvidar nuestra fragilidad esencial: con el poder pactamos todos, de buena o mala gana.
  • A la salida de la oscuridad se sufría por la conciencia recobrada de haber sido envilecidos.
  • Los casos de suicidio durante la prisión fueron raros. Se vivía como los animales domesticados, que a veces se dejan morir pero que no se matan. Había otras cosas en que pensar. La dureza de la prisión era percibida como un castigo y el sentimiento de culpa se relegaba.
  • ¿Qué culpa? Emergía la conciencia de no haber hecho nada, o lo suficiente, contra el sistema por el que estábamos absorbidos.
  • Pocos sobrevivientes se sienten culpables de haber perjudicado, robado o golpeado deliberadamente a un compañero; por el contrario, casi todos se sienten culpables de omisión en el socorro. La necesidad de solidaridad, de una voz humana, de un consejo, incluso sólo de alguien que escuchase, era permanente y universal, pero se satisfacía raramente.
  • Ella Lingens-Reiner: “¿Cómo he sobrevivido en Auschwitz? Mi norma es que en primer lugar, en segundo y en tercero estoy yo. Y luego nadie más. Luego otra vez yo; y luego todos los demás”.
  • Los “salvados” de Auschwitz no eran los mejores, los predestinados al bien, los portadores de un mensaje; cuanto yo había visto y vivido me demostraba precisamente lo contrario. Preferentemente sobrevivían los peores, los egoístas, los violentos, los insensibles, los colaboradores de “la zona gris”, los espías.
  • No somos nosotros, los sobrevivientes, los verdaderos testigos. Ésta es una idea incómoda, de la que he adquirido conciencia poco a poco.
  • Los sobrevivientes somos una minoría anómala además de exigua: somos aquellos que por sus prevaricaciones, o su habilidad, o su suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gorgona, no ha vuelto para contarlo, o ha vuelto mudo.
  • Los hundidos, aunque hubiesen tenido papel y pluma no hubieran escrito su testimonio porque su verdadera muerte había empezado ya antes de la muerte corporal. Semanas y meses antes de extinguirse habían perdido ya el poder de observar, de recordar, de reflexionar y de expresarse.
  • Estos factores pueden reproducirse y en parte es están reproduciendo ya en distintas partes del mundo.
  • Nosotros hemos vivido la incomunicabilidad de manera más radical.
  • A todos los Lager era común el término Muselmann, “musulmán”, atribuido al prisionero irreversiblemente exhausto, extenuado, próximo a la muerte.
  • El momento de la semana en que nuestros compañeros “políticos” recibían el correo de sus casas era, para nosotros, el más desconsolador.
  • La palabra de Nietzsche me repugna profundamente; me fastidia su tono de oráculo, pero me parece que no hay en él jamás el deseo del sufrimiento ajeno.
  • Auschwitz era el único lugar alemán donde los músicos judíos podían, incluso debían, tocar música aria: la necesidad está por encima de la ley.
  • El número de matrícula de los prisioneros no sólo se cosía en las ropas sino que se tatuaba en el antebrazo izquierdo. La operación era poco dolorosa y no duraba más de un minuto, pero era traumática. Ya no tenéis nombre: éste es vuestro nombre.
  • No quiero decir que los SS estuviesen hechos de una sustancia humana perversa, distinta de la nuestra, sencillamente habían estado sometidos durante algunos años a una escuela donde la moral corriente había sido subvertida.
  • Puesto que ibais a matarlos a todos … ¿qué significado tenían las humillaciones, la crueldad?, preguntaba la escritora a Stangl, prisionero perpetuo en las cárceles de Düsseldorf, y él respondió: “Para preparar a los que tenían que ejecutar materialmente las operaciones. Para que pudiesen hacer lo que tenían que hacer”. Es decir: antes de morir, la víctima debe ser degradada, para que el matador sienta menos el peso de la culpa. Es la única utilidad de la violencia inútil.
  • La experiencia del Lager, su iniquidad espantosa, más bien me ha confirmado en mi laicismo.
  • Los objetivos de la vida son la mejor defensa contra la muerte: no sólo en el Lager.
  • Francesca le dice a Dante que no hay mayor dolor que recordar el tiempo de la dicha en la desgracia. Pero también es verdad lo contrario, como sabe todo liberado: es bello sentarse cómodamente ante la comida y el vino, y recordar para uno y para los demás las fatigas, el frío y el hambre.
  • El concepto de evasión como obligación moral está muy arraigado: según los códigos militares de muchos países, el prisionero de guerra está obligado a liberarse de cualquier modo, y según la Convención de La Haya, la tentativa de fuga no debe ser castigada.
  • Es necesario afinar nuestros sentidos, desconfiar de los profetas, de los encantadores, de quienes dicen y escriben “grandes palabras” que no se apoyen en buenas razones.
  • No puede aceptarse la teoría de la violencia preventiva: de la violencia sólo nace la violencia, en un movimiento pendular que va ampliándose con el tiempo en lugar de disminuir.

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Después de la travesía en el desierto que fue el segundo el tercero es el mejor de la serie en mi opinión, el libro en el que se dedica a reflexionar sobre lo vivido con algunas conclusiones que no te esperas.

raul

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